REALMENTE HE DESCUBIERTO QUE NO ES IMPOSIBLE, NEGARSE A SI MISMO, TOMAR LA CRUZ Y SEGUIR EN POS DEL SEÑOR CADA DIA.
El Señor nos llama a negarnos a nosotros mismos, a tomar nuestra cruz y a seguirle cada día; pero para muchos, esto parece una misión imposible, no obstante, si El Señor nos llama a ello, no puede ser, bajo ninguna circunstancia, imposible. La idea de su imposibilidad, está en que no estamos bien informados, respecto a como obrar, y tratamos de hacerlo a nuestra manera y con nuestras fuerzas, y entonces se hace realidad una vez más en las vidas de algunos, las palabras del Señor “sin mí nada podéis hacer” y al ver uno que otro fracaso, el llamado del Señor pareciera imposible. Déjeme contarle una historia que le hará ver que fácil y agradable es obedecer este llamado del Señor.
Había una vez un agricultor en Kilmarnock que se encontraba trillando el grano. Había estado ocupado todo el día, y ahora, como resultado de su labor, había un buen montón de gavillas en el suelo. Pero cuando volvió al sembrado al día siguiente, todo el grano cosechado había desaparecido. Esto ocurrió una segunda y una tercera vez, hasta que el granjero ya no aguantó más. De modo que decidió vigilar por la noche además de trabajar durante el día. No llevaba mucho tiempo esperando cuando apareció el ladrón y empezó a recoger el grano. Saltando encima de él, el agricultor intentó reducirlo con objeto de atarlo o bien sujetarlo hasta que llegara ayuda. Pero el ladrón era más fuerte que él y tumbó al agricultor sobre sus espaldas; y a punto estaba de estrangularlo cuando de pronto apareció un amigo y rescató al agricultor.
Una vez sujeto el ladrón, después de que el agricultor volviera a aprisionarlo por las piernas, el amigo le dijo: “¿Qué hacemos con el ladrón?” “Oh, átalo”, le respondió, “y échamelo a la espalda, y partiré de inmediato a la prisión de Tain”. Su amigo hizo lo que se le había pedido, y el agricultor partió con su carga. Pero al perder de vista a su amigo, en un recodo del camino, el ladrón consiguió romper las cuerdas que le sujetaban y atacó al granjero, poniéndole las cosas más difíciles que antes. El agricultor habría resultado muerto si no hubiera sido porque su amigo vino a salvarle. De nuevo, su amigo le preguntó qué es lo que habrían de hacer. Lo respuesta fue la misma que la vez anterior, solo que ésta vez añadió: “Tendré más cuidado ahora”. Así que partió de nuevo con la dificultosa carga a la espalda, y todo estuvo en calma hasta que llegaron a una parte oscura del camino, a través de los bosques de Calrossie, y se rompieron de nuevo las ataduras y el agricultor resultó peor maltratado que antes. De nuevo, su amigo vino en su ayuda, pero ahora el agricultor decidió no marcharse si su amigo no le acompañaba con su carga hasta la prisión. Sus deseos se cumplieron, llegaron a la cárcel, encerraron al ladrón y el agricultor, olvidando a su amigo por la satisfacción de librarse de su tormento, se marchó a paso ligero a su casa.
Justo cuando había expulsado cualquier resto de temor de su corazón y se estaba relajando en la anticipación de la paz futura, el ladrón, que había escapado de su celda y había corrido tras él, le atacó repentinamente por la espalda, con más furia que en las otras ocasiones, y le tiró al suelo, de tal manera que lo habría matado allí mismo si no hubiera llegado una vez más la ansiada ayuda del amigo en momentos de necesidad. Una vez más, su amigo preguntó qué es lo que había que hacer. El granjero, cansado y preocupado, se postró ante los pies de su amigo y, agarrándole con las dos manos, clamó: “Que no llegue el día en que nuestros caminos se separen, porque sin ti no puedo hacer nada”
De esa forma tenemos un poderoso amigo en la persona del Espíritu Santo, por medio del cual podemos superar nuestras tentaciones y pecados y ser diferentes. Él mora en nosotros para nunca marcharse. Sin Él no podemos hacer nada, pero en Él podemos todas las cosas, al cooperar con Él en oración.
Así mismo, si usted no deja que se vaya el Espíritu Santo de la realidad de su presencia en su vida, ni tampoco hace a un lado la lectura diaria de su Palabra, ni se olvida de la oración como el alimento diario de su vida espiritual, entonces tiene las suficientes fuerzas para negarse a usted mismo, tomar su cruz y seguir con gran gozo al Señor Jesús cada día.
Tomado y modificado por omepmd, de: Cómo enderezar una iglesia centrada en sí misma, por Benton, John
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