EL ESTILO DE VIDA EVANGÉLICO
Toda esta enseñanza sobre el patrón de la piedad, tanto para el hombre como para la mujer, fluye del Evangelio. Se aprende de las Buenas Noticias de Jesucristo y es totalmente congruente con ellas. Recordemos que el punto de partida de Pablo fue decirle a Tito: “Tú habla lo que esté de acuerdo con la sana doctrina”.
A pesar de que el mundo antiguo de los gentiles estaba a menudo muy corrupto, como sucedía en Creta, sin embargo, está claro que todo individuo tiene una conciencia y, por ello, una intuición de lo que es noble y verdadero como forma de vida, aunque él mismo no la siga. Algunos comentaristas enfocan la enseñanza sobre los papeles de la mujer y el hombre en este capítulo con la interpretación de que lo que Pablo está enseñando es, simplemente, un intento de extender el Evangelio por el antiguo mundo de los gentiles, animando a los cristianos a vivir de acuerdo con las normas de lo que en el mundo de aquel tiempo se veía como “respetable” o “noble”. Esto, en realidad, relativizaría la enseñanza de Pablo. Si las ideas de respetabilidad del mundo gentil cambiaban, la conducta cristiana tendría que cambiar también para obtener aceptación. Es importante ver que eso no es lo que Pablo está diciendo aquí. No escribió a Tito: “Habla lo que esté de acuerdo con las ideas de respetabilidad vigentes”, sino más bien: “lo que está de acuerdo con la sana doctrina”. Esto hace arraigar el patrón para un estilo de vida piadoso directamente en Cristo y en el mundo venidero, no en las modas de este mundo o en las conciencias falibles de las personas caídas. No es el mundo el que debe dictar el estilo de vida cristiano, sino el Evangelio.
Esto está subrayado por la forma en que Pablo motiva tanto a hombres como a mujeres para que vivan vidas piadosas. Las mujeres deben vivir con un estilo de vida piadoso “para que la Palabra de Dios no sea blasfemada” (2:5). Tito debe dar ejemplo de una masculinidad piadosa a los más jóvenes y enseñar con integridad para que “el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros”, en otras palabras, para que se vea que Tito practica lo que predica. Fue Dios el que creó al hombre y a la mujer. Fue Dios quien instituyó el matrimonio y los papeles de los cónyuges. Para los cristianos, vivir de otra forma es socavar la Palabra de Dios y el propio Evangelio. Es dar munición a los enemigos del Evangelio. Ellos pueden decir: “Dicen una cosa y luego hacen otra”. Ese es el gran peligro de la brecha entre lo que creemos y cómo nos comportamos.
Para Pablo, el Evangelio y el estilo de vida cristiano son una sola cosa. A las mujeres se las enseñará para que amen a sus marido e hijos. ¿Cómo debemos aprender a amar, aun cuando la situación está muy por debajo de la ideal? La respuesta viene del Evangelio, del amor de Dios para con lo pecadores. Pablo recalca el dominio propio tanto en los hombres como en las mujeres. ¿Por qué necesitamos ser personas prudentes y sensatas? Porque el Evangelio nos enseña que, a pesar de que existe una felicidad verdadera en Dios y en todas sus bendiciones, la vida no es una broma. Vivimos a la luz de la eternidad, ya sea bajo el brillo del Cielo o la sombra del Infierno. El Evangelio enseña un estilo de vida de entrega. Los hombres y las mujeres deben servirse mutuamente en amor. El hombre y la mujer hogareños reciben hoy en día el desprecio del mundo. Pero si Jesús mismo se sujetó al Padre en los cielos, y ha ido allí a prepararnos un sitio, crear un hogar es un llamamiento muy elevado y no algo que deba despreciarse. Cuanto más creamos en el Evangelio bíblico, más honraremos y respetaremos el papel de esposa y madre. Similarmente, si Jesús ha entregado su propia vida para salvar a su esposa la Iglesia, entonces ser un marido amante que dirige de manera que busque el bien de su esposa y familia antes que el propio no es necio sino verdaderamente noble.
La primera lección es pues que, a pesar de que hay lugar para cierta flexibilidad, los patrones de masculinidad y feminidad piadosa que encontramos en Tito están atados a la “sana doctrina” del Evangelio.[1]
[1] John Benton, Cómo enderezar una iglesia centrada en sí misma, trans. David Cánovas Williams, Primera edición. (Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino, 2000), 92–94.