CÓMO ES EL CIELO
Tenía un amigo que se estaba muriendo de cáncer. Estaba en los días finales de su cáncer en Nueva Inglaterra, hace unos 20 años. Y cuando lo visité en el hospital no había nada que pudiera hacer, excepto leerle la Escritura, orar, tomar hielo y ponerlo en sus labios. Y en sus últimas horas, cuando una lágrima empezaba a escaparse de su ojo, podía acercarme y secar esa lágrima.
¿Saben que probablemente no hay ningún gesto que un ser humano pueda hacer que sea más íntimo que secar una lágrima? Piensen en la comunicación que se da cuando un ser humano toca a otro ser humano en la cara para quitarle una lágrima. Cuando mi madre hizo eso conmigo, de alguna manera todo iba a estar bien. Y mi sonrisa volvería a mi rostro.
En lo que dejaba de sollozar y de hacer ese sonido involuntario de la nariz, las lágrimas se iban yendo. Pero, damas y caballeros, siempre regresaban. Y tenía que ir al delantal de mamá una y otra vez, y otra vez. Pero lo que Juan ve aquí es que cuando el Dios Todopoderoso condesciende del cielo y viene a su pueblo, lo primero que Él va a hacer es enjugar tus lágrimas. Y cuando seca tus lágrimas, se secan para siempre.
No habrá más llanto; no habrá más dolor, no habrá más razones para expresar este tipo de dolor, porque él dice en el cielo que no hay muerte, ni luto, ni enfermedad, ni lágrimas. Miren, no podemos concebir eso porque nunca hemos vivido en un ambiente, ni por cinco minutos, que esté libre de muerte, dolor, enfermedad, luto y lágrimas.
Pero ese es el futuro que Dios promete a su pueblo. ‘Ya no habrá más muerte, luto, llanto o dolor porque el viejo orden de cosas ha desaparecido’. “Y el que está sentado en el trono” dijo algo. Tengan en cuenta que este anuncio no proviene de un filósofo en un podio o de un mendigo en la calle, sino que proviene de Aquel que está sentado en el trono y el trono sobre el que está sentado es el trono de la autoridad cósmica.
Esta es una declaración del Rey de reyes y Señor de señores. Él dijo: «He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas. También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. Entonces la visión continúa de los siete ángeles que tenían siete copas y así sucesivamente, vinieron y me dijeron: “Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero.
Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe cristalino. Tenía un muro grande y alto con doce puertas y en las puertas doce ángeles”. Y luego continúa y nos da esta vívida descripción de esta ciudad celestial que mide como un cubo y mide 2,400 kilómetros de largo la ciudad. Son solo 1,600 kilómetros de ancho todo Texas.
¿Te imaginas una ciudad que mida 2,400 kilómetros por 2,400 kilómetros por 2,400 kilómetros? Obviamente, el kilometraje y las matemáticas aquí son simbólicos. Muestran la magnitud, eso es lo que es en el Nuevo Testamento. Es decir, que esta ciudad es enorme en su tamaño. ¿Alguna vez has estado en Palestina? ¿Alguna vez has estado en Israel? ¿Cuántas personas han estado alguna vez en Jerusalén?
Uno de los aspectos más impresionantes de experimentar la Jerusalén moderna es que es como ser transportado en una máquina del tiempo, ¿no es así? Como un viaje rápido al pasado. Cuando … cuando llegamos a Jerusalén, llegamos de noche, y los muros de la ciudad vieja estaban iluminados por reflectores.
Y tuve esta experiencia de ver los viejos muros que tienen 23 metros de altura y en la esquina del viejo muro de Jerusalén están estas enormes piedras del rey Herodes. Veintitrés metros de altura. Y en el lenguaje de la Biblia, la ciudad asentada sobre una colina no se puede ocultar. Te salta a la vista. Y luego vas y visitas la ciudad vieja y te llevan al recorrido por la esquina del templo que permanece, y te muestran este agujero en el suelo y te muestran esto que baja, este largo poste hacia abajo, este hoyo que mide otros 23 metros que ahora se encuentra bajo tierra.
Y ha estado cubierto por las arenas de los tiempos y luego te das cuenta de que en los días de Jesús, cuando Jesús venía a la cima de la colina desde Betania y miraba esta ciudad, Él dice una ciudad cuyas paredes tenían 46 metros de altura. Y tan sorprendente como lo es para nosotros hoy, era aún más sorprendente … bueno, eso no es nada comparado con los muros de la Nueva Jerusalén que vienen del cielo, cuyas puertas son perlas y cada piedra preciosa se describe como parte del encanto y del adorno de esta ciudad.
Y se nos dice que las calles son de oro. Has oído hablar de las puertas perladas y de las calles de oro. Puede que no aprecies eso, pero yo vivía en Pittsburgh que tiene el peor problema de baches en el mundo. Pero el oro de las calles del cielo no tiene hoyos. Es perfecto en su refinamiento.
Y dice que el oro es translúcido y que la imagen básica de este lugar es una de luz refulgente. Y continúa diciéndonos que si entras en esta Nueva Jerusalén, la Jerusalén que todo judío anhela, Sión, incluso hasta el día de hoy, el judío anhela el día en que pueda celebrar la Pascua, no en casa o en la sinagoga sino que él pueda hacerlo en la Ciudad Santa; así que, la tradición, el rito es ¿qué? Al final de una celebración ahora le diría a su amigo: «El próximo año en Jerusalén».
Él quiere ir al templo. Y de repente lees aquí que a Juan le dicen que en la Nueva Jerusalén no hay templo y que no hay sol. Y no hay luna. Y no hay postes de luz. Porque no necesitas un templo. Porque Dios mismo está allí. Y Él nos dice que el gozo supremo, final e indescriptible de cada ser humano, para el que fue creado, tendrá lugar en el centro de la ciudad, donde la luz de la iluminación de la misma presencia de Dios iluminará todo el lugar.
Él dijo: ‘Y veremos su rostro’. Y su rostro brillará en la gloria de Dios que iluminará toda esta ciudad. Saben, no sé qué hacer con toda esa investigación de Kubler-Ross sobre las experiencias de muerte de personas que atraviesan túneles y ven luces y todo ese tipo de cosas.
No sé si eso es un cortocircuito en el cerebro o demasiados antibióticos o qué es lo que está produciendo ese tipo de experiencias, pero estamos viendo más y más de eso. Pero yo sé una cosa que es muy cierta y eso es este testimonio de luz.
Porque el cielo que se describe aquí es el lugar de la refulgente gloria de Dios. ¿Cuántos de ustedes vieron la película «Ben Hur»? No recuerdo mucho al respecto, excepto que este esclavo en un momento de su abyecta humillación está a punto de morir de sed, está encadenado y está en el suelo, en el polvo, y está junto a un pozo y nadie le da nada para beber y está tan sediento y todo lo que quiere es un refresco líquido para evitar morir.
Y nunca ves a la persona que viene y usa el cucharón y saca el agua del pozo, se agacha y le da de beber. Nunca lo ves a él. Todo lo que ves es una sombra. Y luego la cámara se acerca a Ben Hur mientras levanta la luz de su semblante hacia el que le da de beber. Y sabes quién es, ¿no? Al instante, por el resplandor en la cara de Ben Hur, sabes que él está mirando la cara de Cristo.
Eso es lo que verás en el cielo. Verás el rostro de Cristo. Y a la luz de su semblante, la ciudad será como el oro. Las calles, las puertas, las joyas preciosas, las perlas, todas estas cosas mientras observas la visión beatífica. ¿Es de extrañar que el apóstol Pablo diga que los sufrimientos y las aflicciones de este mundo no son dignos de ser comparados con lo que Dios ha guardado para su pueblo en el cielo?
Damas y caballeros, hay un cielo. Y la única forma en que podemos llegar es con la muerte. Terminaré con esto. Conocí a una amiga cuya madre murió cuando era una adolescente. Ella tuvo una experiencia espiritual algo extraña. Estaba en su habitación y estaba en un estado de duelo y totalmente desgarrada y destrozada por la experiencia de esta muerte y no oyó una voz. Solo un pensamiento le vino a la mente. Pero fue muy, muy enfático. Y este pensamiento pronunció su nombre y era simplemente esto. «Leslie, Leslie, la muerte no es así». Y ella dijo: “Salí de ahí sabiendo que había tenido una perspectiva equivocada del asunto.
Que aunque sea difícil, tan dolorosa, tan desafiante como pueda ser la experiencia de morir, igual es la puerta de entrada al Paraíso, eso es real». [pausa]
Aplicación
En el libro de Apocalipsis, el llamado Apocalipsis de Juan, acabamos de ver algo de la geografía del cielo. De … de las imágenes visuales que se exponen allí en el texto para atraernos a contemplar las glorias de la vida futura. Pero creo que lo máximo, el mayor momento de esplendor que se encuentra en ese texto que simplemente mencioné es la promesa de la visión beatífica.
Ahora tal vez ni siquiera estén familiarizados con el término visión beatífica. Se llama visión beatífica porque es la visión de la bendición. Se refiere a la promesa futura que Dios nos da de que algún día veremos su rostro.
Juan nos dice que todavía no sabemos con certeza cómo vamos a ser en el cielo, cómo serán nuestros cuerpos, cómo funcionará un cuerpo glorificado. Pero lo que sabemos con certeza, es que cuando lo veamos seremos como Él porque lo veremos tal como Él es. Es decir, se quitará el velo.
El misterio se habrá ido. Seremos capaces de mirar directa e inmediatamente la visión de la gloria de Dios. He contemplado eso y he dicho muchas, muchas veces que un vistazo de la presencia de Cristo en su gloria exaltada satisfaría cada anhelo y cada añoranza que encuentro en mi alma.
Piénsenlo, para poder mirar a la cara de Aquel que amas. Incluso en una esfera terrenal, la presencia visible de aquellos a quienes amamos es muy importante para nosotros. Vemos anuncios de compañías telefónicas que dicen que llamar por larga distancia es la mejor opción después de estar allí. Pero no es lo mismo, ¿verdad?
Nos encanta la sustitución de poder escuchar la voz de alguien o recibir una carta, un mensaje escrito de esa persona. Pero lo que más anhelamos es verlos cara a cara. Y esa es la promesa del Nuevo Testamento de que el creyente verá a Cristo cara a cara. Y veremos el rostro de Dios, lo que estaba prohibido en el Antiguo Testamento, que dice que ningún hombre verá a Dios y vivirá.
Ahora permítanme recapitular esta idea. ¿Alguna vez te has preguntado por qué no puedes ver a Dios ahora? Cuando leemos la historia de Adán y Eva en el Jardín del Edén, parece sugerir que hubo una conciencia visual que se dio entre Adán y Eva y su Creador.
Pero parte de lo que se pierde en la caída es nuestra capacidad de ver a Dios. Ahora, a veces pensamos que eso se debe a que Dios es un Espíritu y es intrínsecamente invisible, y como seres creados, seres físicos, no tenemos la capacidad de ver lo que realmente está ahí. También agregaría a esto que la dimensión más difícil de vivir una vida santa es el hecho de que estamos llamados a servir y obedecer a un Dios que es invisible, fuera de la vista, fuera de la mente.
La realidad de Dios no es parte de la dimensión tangible de lo que experimentamos, lo que vemos con los ojos, escuchamos con los oídos y tocamos con nuestros dedos todos los días. Y creo que eso es lo que hace que sea difícil vivir siguiendo a Dios. No podemos verlo. La pregunta es ¿por qué no podemos verlo?
Bueno, según el Antiguo Testamento, la deficiencia no está en nuestros ojos. El problema está en nuestro corazón. En las Bienaventuranzas Jesús dio ciertas promesas. Él hizo promesas. Él dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”; “ellos serán saciados”. “Bienaventurados los que lloran”; “ellos serán consolados”. “Bienaventurados los pobres en espíritu”, y así sucesivamente. En cada uno de estos grupos donde Él pronuncia su bendición, también es una promesa añadida.
¿A quién se le hizo la promesa de que verían a Dios? «Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios». La razón por la que no puedo ver a Dios, la razón por la cual Dios es invisible para mí es porque hay algo mal en mi corazón.
Mi corazón no es puro, y a menos que se vuelva puro, o hasta que se vuelva puro, siempre habrá un velo sobre el rostro de Dios. Pero esto es lo que Juan está prometiendo en sus cartas y en el libro de Apocalipsis, que cuando ese momento de transición ocurra, donde nos movemos de este mundo al próximo, seremos purificados.
Tendremos los elementos residuales y remanentes de nuestra maldad removidos, para que después de que seamos purificados, las escamas se nos caigan de los ojos y podamos verlo cara a cara. La visión de Dios, la visión suprema para la cual toda persona humana fue creada.
Y ningún ser humano puede estar completo antes de ese momento en que lo vemos a Él tal como Él es. Lo llamamos beatífico porque en el momento en que tenga lugar la visión, nuestras almas se inundarán con el éxtasis de gozo, paz y felicidad para lo cual fue creado cada ser humano.
Recuerden, ya cerrando aquí, la famosa frase de Agustín: «Oh Dios, nos has hecho para ti y nuestros corazones están inquietos hasta que encuentren su descanso en ti». Los filósofos contemporáneos, particularmente aquellos que están en la escuela del existencialismo, hablan de esta sensación persistente y continua de vacío y ansiedad que forma parte de nuestras vidas.
Lo que llamamos ansiedad en la terminología moderna es lo que Agustín llamó inquietud, y lo arraigó en nuestra distancia de Dios, y que nunca vamos a superar esa inquietud de una vez por todas hasta que lo veamos como Él es. [pausa]
Conclusión
Bueno, acabamos de pasar tiempo juntos mirando el problema del sufrimiento. Y aunque existe esa dimensión de gloriosa esperanza y emoción de esperar la vida que está más allá de esta vida, la vida en el cielo, la vida en la Nueva Jerusalén, con las calles de oro y todas esas cosas hermosas que hemos recién visto; sin embargo, aún debemos seguir viviendo esta vida y nuestros días con la realidad del sufrimiento. Es una realidad que nos rodea. No se encuentra simplemente en el hospital.
Pero como un hombre escribió, desde una perspectiva literaria, que la mayoría de las personas viven vidas de silenciosa desesperación. Quizás lo que este mundo en este momento necesita más que cualquier otra cosa es ser consolado, alentado. A pesar de que hemos llegado tan lejos con el alivio del dolor humano, gracias a la tecnología moderna, las drogas, la medicina y ese tipo de cosas, de ninguna manera se ha esfumado ni ha desaparecido.
Y cada uno de ustedes que ha sido parte de esta serie ha sido tocado de alguna manera, personalmente o por amigos o familiares, por la realidad del sufrimiento. Y lo que hemos hecho en esta serie no es en absoluto un estudio exhaustivo de todo lo que se puede decir sobre este tema.
Espero que lo que haya sucedido es que has sido instado, no en el sentido negativo, sino estimulado a buscar en las Escrituras y ver cuánto de la palabra de Dios se dedica a esta tema del sufrimiento. Es claro para mí que Dios conoce nuestras circunstancias, que el Dios de las Escrituras es el mismo Dios que escuchó los gritos y los gemidos de su pueblo Israel y dijo: «Deja ir a mi pueblo».
Él todavía escucha a las personas cuando lloran. Y todavía tiene algo que decirnos en medio de ese sufrimiento. Y cuanto más estudio lo que dicen las Escrituras sobre el sufrimiento, más me aliento, más me fortalezco, más siento la promesa de que Dios me acompañará cuando sea mi turno de sufrir.
Y cuanto más me aferro a esa esperanza futura que Él ha puesto delante de nosotros y que las Escrituras dicen que nunca, nunca, nunca nos avergonzaremos. Nuestro Dios es un Dios que conoce íntimamente la aflicción, el duelo, el sufrimiento y que ha triunfado sobre todo.